26 abril 2024

La Niña: un pueblo que da déficit

Escribe para La Trocha Digital: Axel Cabrer

La noche del 30 de junio de 1987, las luces de La Niña se apagaron. A la mañana, cuando la luz del sol volvió a iluminar sus calles, la fábrica de lácteos Mendizábal había sido desguazada. No quedaban ni las cañerías. La tarde previa, los trabajadores y trabajadoras tomaron la fábrica ante su inminente cierre. Con ellos, varios vecinos de la localidad, dirigentes gremiales y políticos. Nestlé, nuevo dueño de la firma, aseguró que era solo un rumor, y hasta dirigentes de ATILRA, sindicato de la leche, se hicieron presentes para confirmar esta premisa. Los y las niñenses protagonistas de una historia de mentiras y promesas incumplidas, no querían irse. Finalmente, cedieron, sin saber que ese día había sido el último.

Corre el año 1983, volvió la democracia y el primer queso crema del país, Mendicrim, es furor en la mesa de los argentinos. Casi 100 personas trabajan en la fábrica; otras 200 familias, viven de la leche que generan los tambos para abastecer a Mendizábal. Las inundaciones del 82’, todavía dificultan la logística. A pesar de eso, decenas de camiones salen de la fábrica por semana, y otros tantos ingresan. La empresa crece; el pueblo también. El consumo interno, le permite a La Niña ser una localidad independiente. Hace apenas dos años, Osvaldo Mendizabal dejó de viajar a La Niña, como el tren en 1959. Al igual que el ferrocarril, el empresario había muerto, y con él, una época.

Productos Mendizábal. 1978. La Niña

Los hijos del fundador, nuevos propietarios, luchan por sostener la fábrica a tope, mientras comienzan un proceso de descapitalización de la empresa: “Nestlé va poco a poco financiando, y fijate lo doblemente tramposo, que le fue dando plata por la cual cobraba algún interés, mientras compraba en cuotas parte de la empresa… Llegado un momento Nestlé era propietario de la mayor parte, y finalmente, los Mendizábal terminan por ceder completamente. Narra Ricardo Llorente, vecino de La Niña, y por entonces concejal del Partido de 9 de Julio.

Con la excusa de que los caminos se habían vuelto intransitables -en cierto punto, cierta-, y que la fábrica podía dar “déficit”, Nestlé se fue. En poco más de un año, La Niña perdió aproximadamente 500 habitantes, 100 puestos de empleo directos y 50 indirectos, la cantidad de tambos pasó de 105 a menos de 60, -hoy quedan solo seis-, y la cantidad de comercios de alimentos y bebidas -entre carnicerías, panaderías, despensas y bares-, decreció un 50%. La cooperativa eléctrica estuvo a punto de quebrar.

Nestlé, se quedó con las patentes y siguió sacando leche de los tambos más grandes, durante 5 años. Esta vez, ninguno de los poderes del Estado intervino. Tampoco, cuando la empresa prohibió el uso de las instalaciones por 30 años, generando un daño irreparable. La localidad, sufrió sola, un nuevo desaliento. El segundo.

 “Ahora sí que parecía el final, ya éramos menos de 800 y las fuentes de trabajo estaban desapareciendo.” Me admitió Cuca Chanquet, una vecina con historia en el pueblo. Ella, junto a tantas otras ex trabajadoras de la fábrica, se transformó en hospedera, cuando en 2001 el agua volvió a inundar el pueblo. "En el interior profundo, dispersos en la geografía de nuestro país, los pueblos con pocos habitantes se resisten a morir, se niegan al olvido, al atraso, a la migración de sus jóvenes, se resisten a dejar de ser.” Rezaba un afiche titulado “Pueblos que laten”, y que invitaba a los vecinos a participar de una gran fiesta que duraría una semana, para celebrar un nuevo aniversario de la localidad, que a duras penas estaba saliendo de un aislamiento que duró meses debido a la inexistencia de un acceso a la Ruta Nacional 5, que la conecte con la ciudad cabecera.

Según una encuesta realizada por alumnos de la Escuela Secundaria N° 2 de La Niña, en 1990, el 46% de la población adulta creía que la solución para generar más fuentes de empleo era que reabra la fábrica de lácteos, y otro 33%, solo pedía por el asfaltado del acceso a la ruta. Acceso, que existe en los mapas pero no en la realidad. Una historia, que bien podría engrosar las páginas de una novela de ficción.

“El 12 de Julio de 1960, el Concejo Deliberante nombró una Comisión Investigadora de la administración comunal… surgieron irregularidades en la construcción del camino que une Ruta 5 a la localidad de La Niña: se distrajeron los fondos hacia otros destinos, no se colocaron las alcantarillas proyectadas... Por éste problema fue enjuiciado el intendente Adolfo R. Poratti, el tesorero Municipal y un funcionario de Vialidad de la Provincia.” Comienza explicando la Junta de Estudios Históricos del HCD de 9 de Julio. La fuente es Eduardo Cerdeira, ex concejal del Distrito. Eduardo, nacido en La Niña, fue quién hurgó en este archivo histórico -unos cuántos años más acá- para argumentar porqué la localidad debía recibir una reparación histórica.

Un año antes, el HCD había votado por La Niña, al tener que seleccionar a una localidad para potenciar con un acceso asfaltado. Poratti, instado a dejar el cargo por 90 días, presentó un Recurso de Nulidad. Desconociendo la denuncia en su totalidad. “El 19 de Septiembre de 1960 el Procurador de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, lo rechazó. En la Sesión del HCD del 20 de Diciembre de 1960, la Comisión Investigadora solicitó que se iniciara juicio de separación definitiva al Intendente titular, lo que fue aprobado por unanimidad, previa moción del Concejal Miguel Prieto.” Miguel Prieto, conservador y, -en tiempos de proscripción al peronismo- férreo opositor al Gobierno de Poratti, fue quién bautizó al acceso como “camino fantasma".

“Camino fantasma”. Inundaciones 1982. La Niña

Garibotti, -chichita, así la conocen en el pueblo-, colecciona recortes de diarios que aseguran que en la década del 70’, vivían en La Niña más de 2.500 habitantes. Y en todo el cuartel V, alrededor de 3000 personas. Ya no le quedan muchos testigos, pero su archivo histórico habla por sí solo. La localidad contaba con una Cooperativa Eléctrica, una sucursal del Banco Provincia, una del Correo Argentino y otra del Registro Civil, un hotel, un Club con múltiples actividades, una estación de servicio, tres casas de ramos generales, una veterinaria y una farmacia.

La Niña, en el mismo lugar que hoy está, con las mismas dimensiones geográficas y símil infraestructura, era la segunda localidad del partido en cantidad de habitantes. Las bolsas y la gente se apilaban en la estación, a la espera del tan ansiado y querido tren. “¿Y nuestro ferrocarril?”, se titulaba una nota del boletín quincenal AURORA. “Aurora es apolítica, pero también es Argentina… a La Niña le birlaron su ramal ferroviario de un plumazo. ¿Motivos? ¡Déficit!.” Empezaba, en tinte burlón la nota, y continuaba “…Lastima que ahora haya aumentado el boleto, pese a la drástica medida tomada en nuestro perjurio.”

En 2003, época de inundaciones, un informe de la Sociedad Rural de 9 de Julio, afirmó que las pérdidas del sector agropecuario en el Cuartel V -dónde está emplazada La Niña- rondaban los 10 millones de dólares. El equivalente al presupuesto del Municipio de 9 de Julio para todo un año. Vivían en ese entonces en todo el cuartel, no más de 800 personas.

La Niña, DIO mucho; muchísimo a este distrito y a este país. Lo que nunca le pudo dar, -a pesar de la insistencia y el esfuerzo-, es déficit.

“Pueblo lindo de campaña, te llevo en mi corazón,

Y me lleno de emoción, al recordar mi llegada,

Tanta buena muchachada

que me ha llenado de afecto

 

Vayan todos mis respetos,

pa ese pago tan querido,

Nunca te echaré al olvido,

de verdad, te lo prometo”

Cantaba Pino Soria. La letra es de Roberto Galiano, y el sentir... de todos los niñenses.