25 abril 2024

NO SE “OLVIDEN” DE LOS GASES

humo

Sábado 17 de setiembre de 2016.

El caño de escape es más peligroso de lo pensado. Según un estudio, los gases que desprende van directo al cerebro.

Los desechos tóxicos de la contaminación provocada por el tráfico vehicular pueden, literalmente, llegar al cerebro. Al menos eso se desprende de la evidencia presentada en un estudio realizado en muestras de tejido cerebral.

Los investigadores dicen que los gases pueden causar daños y contribuir a padecer Alzhéimer.

 Investigadores de la Universidad de Lancaster, Inglaterra, descubrieron que pequeñas partículas de metal que se desprenden de los gases de la combustión que salen por el caño de escape pueden ingresar al organismo por la nariz y viajar hasta el cerebro. Una vez allí, sugieren los científicos, pueden causar daños en el cerebro y contribuir, por ejemplo, a la enfermedad de Alzheimer. El hallazgo, afirman los investigadores, presenta una nueva serie de preguntas sobre los riesgos de la contaminación ambiental en la salud.

Varios estudios en el pasado se han centrado en el impacto que tiene el aire contaminado en los pulmones y el corazón, pero esta es la primera vez que una investigación se centra en el efecto en el cerebro. Para el estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), los científicos analizaron muestras de tejido cerebral de 37 personas: 29 de ellas, de entre 3 y 85 años, habían vivido y muerto en la Ciudad de México, una zona notoriamente contaminada. Las otras ocho habían vivido en Manchester, Inglaterra, tenían entre 62 y 92 años, y algunas habían muerto a causa de enfermedades neurodegenerativas de diversos grados de gravedad.

Ya se sabía que las nanopartículas de hierro pueden estar presentes en el cerebro, pero por lo general se asume que estas provienen del mineral que se encuentra de forma natural en nuestro organismo y que se deriva del alimento. Pero lo que los investigadores encontraron ahora son partículas de otro tipo de mineral: la magnetita.

La profesora Barbara Maher, principal autora del estudio, ya había identificado partículas de magnetita en muestras de aire recogidas junto a una calle transitada en Lancaster y frente a una planta de energía. Sospechaba que estas mismas partículas podrían encontrarse en las muestras de cerebro. Y eso fue lo que descubrió.

“Fue muy impactante”, le dijo la científica a la BBC. “Cuando estudiamos el tejido vimos las partículas distribuidas entre las células y cuando hicimos una extracción de la magnetita había millones de partículas, millones en un solo gramo de tejido cerebral”, agregó. “Esas son millones de oportunidades para causar daños”, cerró la profesional.

Contaminación
Las partículas grandes se quedan en la nariz y las pequeñas van a los pulmones

Las partículas grandes que desecha la contaminación, como el hollín, pueden quedar atrapadas dentro de la nariz de las personas. Otras más pequeñas pueden entrar a los pulmones, y las más pequeñas pueden llegar hasta la corriente sanguínea. Pero lo revelador ahora es que las nanopartículas de la magnetita son tan diminutas que pueden pasar desde la nariz y el bulbo olfatorio hacia el sistema nervioso y hasta la corteza frontal del cerebro.