Belgrano fue devoto de ella y su llegada al país se remonta a 1630.
La Virgen de Luján o Nuestra Señora de Luján, es una de las advocaciones con la que se venera la figura de la Virgen María en el catolicismo. Se la considera patrona de Argentina.
En 1810, a pocos días de la Revolución de Mayo, cuando Belgrano tuvo que ir al norte como improvisado general, pasó por Luján con su ejército a poner bajo los pies de la Madre la patria que nacía. Seguramente tuvo muy presente su figura al elegir los colores de nuestra bandera. En las dos batallas más importantes de Belgrano, y decisivas para la Independencia, tuvo su protagonismo la Virgen. La batalla de Tucumán en 1812 fue para el general un triunfo de la Virgen de la Merced y a Ella le entrega su bastón de mando unos días después de la refriega. A los pocos meses obtiene un triunfo resonante frente a los españoles en Salta. Dos de las banderas tomadas a los enemigos son enviadas al santuario de Luján, para que el pueblo las vea y al mirarlas le agradezca a la Virgen la protección con que Ella animaba este nuevo sueño de libertad.