25 abril 2024

Bullying: "MEDIDAS" INEFICACES

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Lunes 10 de octubre de 2016.

Si bien en los últimos años el Bullying cobró gran notoriedad mediática y la problemática fue abordada de diferentes maneras por medios e instituciones, los hechos no dejan de sucederse y muchos adultos siguen sin saber cómo reaccionar.

El último caso registrado con final trágico ocurrió el mes pasado (18 de septiembre) en una escuela de Venado Tuerto. Un chico de 15 años, víctima de bullying, entró con un arma al Instituto Agrotécnico al que asistía y se suicidó. Muchos padres se quejaron porque, ante la tragedia, el centro educativo se limitó a publicar un mensaje alegórico en la cuenta de Facebook de la institución sin siquiera decretar un día de duelo.

Según señalan los expertos, la intervención de los adultos es fundamental. Y aunque se insistió sobre el tema, los hechos demuestran que todavía son muchos los que deciden “hacer la vista gorda”, ya sea por minimizar el problema o por no saber cómo actuar.

Una encuesta realizada a casi 600 docentes por la ONG Argentina Cibersegura, reveló que el 64% de los maestros consultados vivió un caso de ciberbullying en su escuela y sólo intervino el 30%.

“Se habla mucho de bullying y da la impresión de que todos entienden de qué se trata y la importancia de frenarlo, pero la realidad es que son pocos los adultos e instituciones que toman cartas en el asunto”, dice Santiago Resett, licenciado en psicología y en ciencias de la educación, investigador del Conicet y de la fundación Uade, especializado en bullying.

“No hay una intervención sistemática frente a la problemática porque los docentes no saben qué hacer o cómo trabajar con los alumnos. En algunos casos, se llevan a cabo programas que no han sido evaluados con eficacia. Muchas escuelas organizan talleres, pero no miden si funcionan o no”, detalla el especialista.

Dos escuelas de la provincia de Salta son las únicas de la Argentina que se sumaron al programa finlandés anti-bullying llamado KiVa, que cuenta con eficacia probada y se está aplicando en escuelas de distintos países.

 “Es importante que docentes, directivos y padres entiendan que no se trata de un conflicto y no puede solucionarse con una mediación. Al hacer esto se pone a las partes en el mismo nivel y no están en el mismo nivel, porque existe un agresor y una víctima”, dice el especialista.

Pese a los intentos de visibilizar los casos de bullying, en la actualidad la mayoría pasan inadvertidos y el 56% de las víctimas no cuenta su padecimiento. Sin embargo, siempre hay testigos/espectadores que deciden no intervenir.

Según una encuesta realizada por el Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, 1 de cada 4 alumnos de entre 10 y 18 años manifestó tenerle miedo a alguno de sus compañeros. El 46% dice sufrir violencia indirecta “a veces” y el 11%, “mucho”. Mientras la agresión física y verbal suele aparecer entre los chicos más chicos, en el secundario la violencia generalmente es indirecta: rumores, mentiras, amenazas, robos, exclusión del grupo o dejar en ridículo a la víctima.

“El bullying se produce por la inacción de las autoridades de la escuela, de los padres y de los mismos alumnos. Los chicos deberían ver que los adultos tratan el tema con seriedad y le dan el espacio que merece para que ellos también se lo tomen en serio”, dice Resett

La importancia de frenar el bullying a tiempo también radica en impedir que los chicos interioricen este modo de comportamiento. “Los efectos no son contemporáneos. Las víctimas cuando se convierten en adultos jóvenes suelen ser más depresivas, ansiosas y tienen la autoestima más baja. Por lo general siguen siendo maltratadas en la universidad y en el trabajo. Los agresores también siguen con el mismo patrón de conducta, porque se van tornando características estables de la personalidad”, explica el especialista.

Especialistas explican que las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de criticar desde el anonimato o agredir sin estar frente a la víctima generó un aumento de casos.

“Otra diferencia es que con el ciberbullying no existe tiempo ni espacio (ya no se da únicamente en la escuela), la víctima es continuamente revictimizada y hay mayor desinhibición por parte de los agresores porque no ven la reacción del otro”, afirma Resett, y marca una diferencia en el perfil de los agresores: “Suelen ser chicos que en la escuela se muestran agradables, con recursos intelectuales, pero cargan con un perfil más ‘psicopatón’, que los lleva a crearse cuentas falsas y a planificar más cada acción virtual. El otro ‘piensa menos’, es más impulsivo y va al choque”.

Dado que más de la mitad de las víctimas no cuentan que están siendo agredidas por sus pares, es necesario que los padres estén atentos a cambios de conductas drásticos que pueden ser indicadores de maltratos.

“Si se vuelven reservados, comen o duermen mal, se orinan en la cama, no quieren ir al colegio, le roban o le rompen los útiles, los adultos deben hablar con docentes y otros padres para indagar si saben algo y mirar el comportamiento de los chicos con sus pares. Tienen que monitorear”, aseguran.