19 abril 2024

LUCRECIA LE PUSO MAS LUZ A LA MANZANA

En el cierre de lo que fue el Primer Ciclo de música argentina y latinoamericana, la  cantante de música folclórica oriunda de Dudignac, Lucrecia Longarini, luego de su exitosa gira por Perú, Ecuador y Colombia, puso calor a la fría noche del viernes 3 de julio en Buenos Aires, haciendo gala de su carisma y talento interpretativo. Por: Adriana Muscillo.
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Martes 7 de julio de 2015.

Lucrecia es bella, ya lo dije. Pero lo que todavía no dije, es que su belleza se apoya, principalmente, en su autenticidad. Lucrecia es auténtica, afectuosa y tiene una voz increíble.
Cóctel infalible, si los hay, para alguien muy joven que ha llegado a la gran ciudad desde su pueblo natal y que ha sabido conquistar variados y prestigiosos escenarios en Argentina y en Sudamérica.
Y allí estuvo ella, con su atuendo de cuero y seda especialmente diseñado por Josefina Guerendiain, acompañada por el impecable piano de Javier Lozano en la noche del viernes, en el Complejo histórico y cultural denominado Manzana de las Luces, agregando la suya; su luz cálida y potente, desplegando su magia, obsequiándonos a los presentes con ritmos, afectos y cadencias traídos de los hermanos países del continente.
En un ambiente íntimo y amistoso, “Lucre” –como le gusta que la llamemos- nos llevó de gira a todos, en un recorrido que comenzó nada menos que con la milonga “Corazón de mujer”, de Secundino Cabezas y nuestra querida santafesina Suma Paz, “la calandria que trina sin ninguna pretensión”, para abrir un recital y cantar “sin más razón que haber nacido argentina”.
Enseguida hubo otro corazón, perdido esta vez, cuando nuestra cantante de Dudignac le puso su voz nítida y sentida a la letra del peruano José Escajadillo: “Yo perdí el corazón”, dijo, “la culpable soy yo por tener corazón, por regalarte mi alma y perder la razón”.
Y ahora nos llevó a tierras colombianas con Llaqui Shungulla, mi corazón está triste en quechua. Una canción, como un lamento, bella, triste. Luego siguió Run, run hasta llegar al lindo vallenato Obsesión, “Yo quisiera que la Tierra girara al revés para hacerme pequeña y volver a nacer y no tener que volver a extrañarte”.
Hermosas canciones hermosamente interpretadas en la mítica sala colonial, refaccionada a nuevo a modo de anfiteatro, antecedida por un enorme patio de mármoles imponentes y pesados macetones que albergan filamentosos helechos.
Y así, de la mano de nuestra virtuosa cantora, nos embarcamos en la deliciosa habanera cubana llamada Veinte años: “¿qué te importa que te ame, si tú no me quieres ya? El amor que ya ha pasado, no se debe recordar… ¡Con qué tristeza miramos un amor que se nos va! Es un pedazo del alma que se arranca sin piedad”.
Entonces, fue el momento de presentar a la folclorista argentina de amplia trayectoria, Ángela Irene, quien interpretó la zamba del enorme Atahualpa Yupanqui, La pobrecita y, ¿cómo no evocar en la magnífica voz de Ángela a quien fuera su principal impulsora, la siempre eterna, nuestra Mercedes Sosa?
Se encuentran, ahora, en el escenario, las dos cálidas voces para acompañarse en la “Zamba para olvidarte” ¡Cómo disfrutamos a las dos talentosas cantoras populares que entibiaron la noche porteña del gélido mes de julio!
“No sé para qué volviste, si yo empezaba a olvidar… Lloré cuando vos te fuiste… qué mal me hace recordar. La tarde se ha puesto triste y yo prefiero callar”.
Canciones de amor y desamor, de esperanza y desengaños, canciones que reflejan nuestros sentimientos y nos ponen a pensar…“A nosotros no nos pasa”, bromeó Lucrecia. “En nuestras vidas hay solo amor”, agregó sonriente, quizás buscando complicidad.
Y así transcurrió la velada de música y sentimientos, con temas como Cuánto trabajo, de Gloria Martín: “La vi quedarse sola con cuatro hijos a cuestas”; el Canto del pilón, maravilloso ritmo venezolano, donde palmeamos y coreamos a más no poder; la Zamba Azul, de Armando Tejada Gómez y Tito Francia; el candombe Oro y Plata, de Homero Manzi y Charlo; la tonada chilena de la inolvidable Violeta Parra, La jardinera.
Luego, fue el turno –nuevamente- de la música peruana con Fina estampa, de la gran Chabuca Granda; el panalivio La hoja Redonda –con el que también cantamos todos y, para rematar -ya en los bises- la famosa Flor de la Canela.
Lucrecia Longarini nos dio a todos los presentes un pedacito de su alma, con su voz encantadora, con su estilo espontáneo, con su calidez y su dulzura.
Volverá a presentarse el 8 de agosto en la Peña el Acullico, Av. Rivadavia 23972, San Antonio de Padua y el 27 de agosto en el Salón Rojo de la Municipalidad de Las Flores, provincia de Buenos Aires, con su grupo Mujeres de la Llanura.