Según la historia oficial de la Iglesia católica de San Nicolás, la Virgen María se aparece por primera vez el 25 de septiembre de 1983, frente a una sencilla mujer de San Nicolás de los Arroyos, una ciudad del extremo norte de la provincia de Buenos Aires, Argentina.
La comunidad católica celebra hoy el Día de la Virgen del Rosario de San Nicolás. En Salta, los devotos de Piscuno, localidad de San Antonio de los Cobres, celebran su fiesta patronal en honor a esta advocación. Se trata de un paraje ubicado a 25 kilómetros del centro urbano.
En Buenos Aires, es una celebración que genera multitudinarias procesiones. En la ciudad de San Nicolás, el 25 de septiembre de 1983, se comienza a asistir a un hecho de características particulares. Cuentan desde Agencia Católica de Información, que “una sencilla mujer llamada Gladys Quiroga de Motta, esposa y madre de dos hijas, que solamente había podido cursar el cuarto grado y sin conocimientos teológicos ni bíblicos, manifiesta ver y oír a la Santísima Virgen. Más tarde descubre que la Virgen se le aparece como la Virgen del Rosario, cuya imagen estaba relegada al campanario por su deterioro”.
De acuerdo a los relatos, “la Virgen, según la vidente, le había pedido la construcción de un templo en su honor, en el lugar de las apariciones. La Virgen comienza a darle una serie de mensajes, mayormente exhortativos, juntamente con citas bíblicas, llamando a la oración, a la conversión y a la consagración.
Oración:
Santa María, Madre nuestra que en cada misterio del Santo Rosario
nos brindas al Salvador, acudimos a Ti necesitados,
nos alegramos que desde la cruz del Señor te haya encomendado
la misión de acercarnos a Él y a su Iglesia por al conversión y la penitencia.
Alentados por la confianza que nos inspiras ponemos en tus manos maternales
nuestras preocupaciones y temores, pero deseamos imitar tu fidelidad a Dios
aceptando con amor y humildad todas las pruebas.
Madre nuestra del Rosario de San Nicolás!,
que tu presencia renueve nuestra vida, alivie nuestro ser agobiado
por el sufrimiento y la enfermedad, sostenga nuestra docilidad a la gracia
y fortalezca nuestro amor a los demás, convirtiéndolos así en testigos del amor del Padre
que no vaciló por tu intermedio, en darnos a Jesús. Amén