El “mal de ojo” es una creencia popular arraigada en diferentes culturas que atribuye la capacidad de causar daño a través de la mirada.
Estar ”ojeado” es un término coloquial utilizado en América Latina especialmente en Argentina, Uruguay y Chile. Significa encontrarse observado o vigilado, generalmente de manera discreta o secreta, pero al mismo tiempo posee una connotación de haber sido objeto de una mirada envidiosa o maligna que puede causar daño o mala suerte. Considerado una superstición la creencia en él puede tener un impacto significativo en la psicología de las personas que lo creen. Provoca ansiedad, estrés o miedo y puede afectar el bienestar psicofísico.
El mal de ojo implica una virulencia de la mirada. La envidia es móvil del contacto nocivo establecido por los ojos que puede enfermar, debilitar a la víctima, apropiarse del alma, arruinarla incluso hasta matarla. La raíz en latín invidere significa mirar con ojos malvados. La envidia tiene esta particularidad que se potencia por la energía malsana emergente a través de la mirada, desestabilizando y malogrando la existencia de la persona envidiada.
Desde psicoanalistas como Jacques Lacan hasta el sociólogo David Le Breton entre otros, el mal de ojo ha sido objeto de estudio donde la mirada es la principal característica que puede traer desgracias. Claro, muchos dicen y afirman que no es verdad, reímos de esta imaginación supersticiosa y nos encontramos decir “uno nunca sabe” o “no creo en brujas pero que de que las hay las hay” mientras hacemos cuernos con nuestras manos o tocamos las llaves o llevamos una pulserita roja en la muñeca o un ojito turco como dije colgante.
En la infancia, niños y niñas por su belleza y su salud son víctimas privilegiadas del mal de ojo que logra enfermar. Son proclives a desencadenar la envidia de otra mujer, portadora en su origen del maleficio que resulta incierto pero que aparece en varias culturas. En la antigua Grecia y Roma se creía que la mirada de los celosos o envidiosos causaba daño; en algunas tribus de indígenas americanos se creía que la miraba de un chamán o brujo podría causar enfermedades. La creencia del “ojo maligno” se menciona en textos bíblicos como en el Libro de los Proverbios.
En textos islámicos se asocia con la envidia y la mala intención
Para David Le Breton, la fuerza de persecución de la mirada y su nocividad encuentra su origen en la mitología griega con Medusa cuyos ojos arden con tal fuego que transforma en piedra a cualquiera que la mire. Su rostro es el del horror; ambigüedad de belleza masculino y femenino; de maldad donde reina el caos que prefigura lo innombrable o lo irrepresentable.