El 25 de marzo se celebra el Día Internacional del Waffle, el cual es originario de Bélgica.
Estas delicias vienen de la cocina medieval, época en la que empezaron a hacerse con dos placas de metal llamadas wafer, de ahí el nombre: “waffle” en inglés. En España le llaman “gofre”. En Argentina y varios países americanos utilizamos el extranjerismo de waffle.
Otra curiosidad es que la celebración de este día no se inventó en Bélgica, el país de origen, sino en Suecia para el inicio de la primavera. Luego más países adoptaron la tradición hasta que se convirtió en Día Internacional.
En nuestro país suelen ser un postre o un desayuno con mantequilla o miel. Y por qué gustan tanto? Si bien algunos los prefieren sin nada o solo con un poquito de azúcar porque dicen que el sabor está en la masa, pero si caminamos por las calles del centro de Bruselas, por ejemplo, te tientan a agregarles algo como chocolate, caramelo, crema chantilly o frutas y por lo general uno cae en la tentación.
El Waffle es una especie de galleta suave por dentro y crujiente por fuera con un
diseño de cuadrícula ideal para rellenar con tu dulce o salado favorito.
La masa está hecha de harina, huevos y leche, y se puede rellenar con crema, chocolate, helado, salsas de frutas, miel de maple, mantequilla derretida, huevos, jamón, pollo, queso… ¡o lo que más le guste!
La Iglesia utilizaba estas wafers como hostias en la Edad Media, ya que eran los monasterios los encargados de hornear las obleas, que después de consagradas, se convertían en hostias sagradas para la comunión. Además, estas wafers, eran uno de los pocos alimentos que los creyentes podían consumir durante los períodos de ayuno
religioso como la Cuaresma, por ejemplo. Con el tiempo, las panaderías normales empezaron a preparar estas wafers o waffles y enriquecerlas con aderezos dulces o salados.
