Martes 6 de agosto de 2019.
Tanto en estantes de jugueterías como en catálogos on line proliferan productos que asocian arbitrariamente determinados trabajos y/o funciones al sexo biológico, incentivando desigualdades y preconceptos sobre el rol a ocupar en la sociedad por parte de niños y niñas como futuros adultos. Un ejemplo: en distintos locales comerciales proliferan kits de limpieza y carritos de supermercados en miniatura, en cuyo packaging resaltan solamente la figura de una nena.
El Impuesto Rosa o Pink Tax va a contramano de la Constitución Nacional: “los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno…”. También es contrario al artículo 8º bis de la Ley Nacional de Defensa del Consumidor: “…los proveedores deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los consumidores y usuarios…”
¿Cómo opera?
Desde gran parte de la industria se sigue identificando los juguetes destinados a las niñas con el color rosa, mientras que aquellos dirigidos a los varones, por lo general, tienen una escala cromática donde predomina el azul. Además, algunos fabricantes y diseñadores a la hora de lanzar productos al mercado, asocian determinados trabajos y/o funciones de acuerdo al sexo biológico (kits de limpieza y carritos de supermercados en miniatura, en cuyo packaging se resalta la figura de una niña).
Estereotipos
Un informe elaborado por el centro de estudios de Economía Política Argentina(CEPA), en base a datos relevados en 2018, concluye que el 40% de los juguetes destinados a las niñas están vinculados a las tareas de cuidado, siendo la oferta de muñecos bebés (con todas sus variantes como accesorios para el baño, “aprender a hablar”, mamadera, etc.) la más repetida de todos los juguetes categorizados como “de mujer” o “de niña”.
Los estereotipos constituyen un conjunto de creencias estructuradas acerca de los comportamientos y características que se creen apropiadas para hombres y mujeres, ancladas a su vez en una cosmovisión anticuada que nada tiene que ver con los derechos humanos. Se pretende imponer de antemano el lugar que deberían ocupar en la sociedad los niños y las niñas, como futuros adultos, en perjuicio de estas últimas.
Tal concepción es contraria al cumplimiento de obligaciones emergentes que tiene el Estado a partir de los tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional, particularmente la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la mujer “Convención de Belem do Para”.