29 marzo 2024

DEJALOS QUE JUEGUEN...

Los padres deben garantizar un ambiente seguro, pero permitir que los niños jueguen con independencia para promover su sociabilidad y confianza.
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Miércoles 29 de julio de 2015.

Divertirse, ser libres, no sentir ataduras ni el control de los adultos. Parece que así es como los niños deben jugar.
En tiempos de inseguridad, épocas en que son tan ubicuas amenazas como el bullying, son pocos los padres que se sienten cómodos dejando a sus hijos jugar fuera de su mirada o de la mirada de algún adulto a cargo.

Sin embargo, muchos especialistas que recomiendan que los chicos dispongan de tiempo para jugar con sus pares fuera de la supervisión de los adultos.

Tal es así que un reciente estudio canadiense concluyó que los chicos que juegan con sus pares sin adultos a la vista se benefician social y físicamente al disponer de esa libertad de acción. Un factor importante que destaca el estudio, un metaanálisis de otros estudios cuyas conclusiones fueron publicadas en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, es que el juego no sólo sea fuera de la supervisión de los adultos, sino que sea al aire libre. Cuando se permite a los chicos que jueguen de formas que conlleven cierta sensación de riesgo, como subirse a los árboles o recorrer el barrio, esto parece beneficiar a su desarrollo, señalaron los investigadores. Además, cuanto más “aventureros” eran los juegos, mayor la cuota de actividad física.

"Eso tiene sentido. Los niños que están al aire libre con más frecuencia simplemente son más activos de forma natural", señaló la investigadora principal del estudio, la doctora Mariana Brussoni, profesora asistente de la Facultad de Salud de la Población y Pública de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá. Brussoni agregó que un juego más aventurero no sólo conlleva beneficios en términos de actividad física, sino que también “puede ayudar a los niños a dar pasos importantes en su desarrollo social”. "Jugar de forma ruda es distinto de pelear o acosar”, comentó la doctora Brussoni. Agregó: “No se trata de que un niño intente dominar a otro. Hay una negociación. Uno ajusta la conducta y la fuerza a las del otro niño".

Cuando no hay un adulto a cargo, agregó, "los niños aprenden a negociar entre sí, a llevarse bien, y a hacer sus propias reglas".

Rebecca Berry, del Centro de Estudios Infantiles del Centro Médico Langone de Nueva York, Estados Unidos, comentó: "Hay muchas investigaciones buenas que muestran el valor del juego no interrumpido. El juego con el grupo de pares es muy importante. Así es como los niños aprenden a tomar turnos y averiguan que no siempre pueden ser los primeros. Aprenden a manejar sus emociones y afrontar las decepciones". Por “juego no interrumpido”, aclaró Berry, debe entenderse aquél en el cual los padres (o los adultos a cargo) no necesariamente están ausentes, sino que en todo caso no intervienen, sino que dejan que sus hijos al jugar se ensucien, trepen por los aparatos del parque, o salgan ellos mismos de un problema menor. “Si los adultos siempre dirigen el juego y les dan reglas a los niños, los niños podrían comenzar a depender de esa fuente externa, en lugar de obtener confianza en sí mismos”, explicó la especialista.

Pero, ¿cuál es el rol de los padres en estos juegos no interrumpidos? En todo caso, coincidieron Berry y Brussoni, “los padres deben asegurarse de que sus hijos estén en un ambiente seguro".