En lo que va de 2023, 64 personas fueron asesinadas, a razón de una por día. Este fin de semana balearon a cuatro niños, uno de ellos, de 11 años, murió.
Rosario continúa mostrando cifras alarmantes de violencia, al mismo tiempo que la clase dirigente oscila entre la inacción, la inoperancia, el desinterés y la búsqueda de rédito político.
En este marco, nada hace pensar en la existencia de algún tipo de solución en el corto y mediano plazo.
Días atrás, la explosión mediática que tuvo el ataque a la familia de Líonel Messi movió el avispero en Buenos Aires, desde donde venían esquivando el abordaje de la problemática rosarina.
No obstante, el tema se comenzó a diluir rápidamente y la clase dirigente sólo utilizó el caso para posicionarse de cara al inicio del año electoral.
Lo cierto es que desde hace años se percibe la inexistencia de voluntad política para avanzar en soluciones reales a temáticas como el avance del delito. Esta postura rige en todo el país, y demuestra que la violencia puede escalar tranquilamente sin que los gobernantes de todos los estrados paguen demasiados costos.
En Rosario, en lo que va del 2023, se registraron 64 asesinatos y 225 heridos de bala, y lo sucedido con la familia Messi hace que la temática de la inseguridad busque colarse en la agenda política, hoy protagonizada por cuestiones estrictamente irrelevantes y formales.
En este contexto, los vecinos de la ciudad santafesina aguardan el milagro de que alguien se decida a poner toda la carne al asador para combatir el delito, sin pensar en las próximas elecciones. Por el momento, nada nuevo bajo el sol; por el contario, cada vez se cristaliza más la sensación de complicidad estatal con la delincuencia.
