28 marzo 2024

¿COMO Y POR QUÉ NOS FUIMOS TAN LEJOS?

Viernes 28 de setiembre de 2018.

Que la sociedad actual no está bien no es ninguna novedad. Determinar cuándo y por qué comenzó la crisis en la que está sumida en estos momentos es una cuestión preocupante, pero no menos es establecer, o al menos imaginar, hasta que consecuencias se podrá llegar.
El nivel de violencia, conflictividad y exasperación con el que nos movemos a diario es digno de análisis por parte de expertos, algunos de los cuales han intentado, por el momento en vano, establecer qué es lo que está provocando estos niveles de irascibilidad e impaciencia que nos están caracterizando.
La cuestión más simple que aparezca ante nuestros ojos cada día es, inmediatamente, punto de partida de discusiones, agresiones verbales y conflictividad.
Muchos entenderán que esto tiene su causa en la masificación de las redes sociales, donde la opinión es inmediata, instantánea, pero no por ello a veces menos burda; y ha masificado el nivel de conflictividad y agresión entre los miembros de la sociedad.
Todos tenemos un celular a mano –generalmente demasiado tiempo-, y como una extensión de nuestro cuerpo, con él, se aplican “golpes de puño”, mediante opiniones que son vertidas con verdadera ira.
Son claro, estas redes sociales, un elemento más de “descarga” injustificada de todas las tensiones a las que nos vemos sometidos diariamente; cuestiones que van desde los problemas económicos, laborales o familiares, hasta la tensión o stress que provoca, por ejemplo, el simple hecho de transitar por una calle donde también se observa el mismo caos y nivel de conflictividad.
Analizado este párrafo, queda claro entonces que las redes sociales no son más que un espejo que nos muestra como somos, o como estamos hoy en día; donde parece que vivimos masticando bronca y hasta desprecio, no solo por el que piensa distinto, sino por quienes, en medio de esta vorágine; parecen olvidar que somos parte de una sociedad civilizada donde hay mínimas normas de convivencia a cumplir, las que naturalmente no surgen de una imposición caprichosa, ni muchos menos; sino de la resultante de una evaluación de posibilidades para que todo sea más ordenado y nuestros derechos, tanto como los de los demás, sean valorados.
Este nivel de agresividad si bien no es patrimonio exclusivo de los nuevejulienses, ni de ninguna sociedad en particular; salió a la luz de una manera muy manifiesta en la jornada de ayer con un hecho inédito, preocupante en sí mismo; sobre el que uno puede tener su propia opinión, pero en el que además, debería quedar claro que hay determinadas normas de convivencia y leyes que debemos respetar.
La aparición de un sujeto portando un arma que, se estima, sería un rifle de aire comprimido, por la ventana de un edificio, en actitud amenazante y con la intención de amedrentar a quienes estacionaban sus vehículos sobre el garaje del mismo, no admite segundas lecturas, posibilidades y opiniones.
No puede, no debe, alguien llevar adelante esta acción que puede poner en riesgo la integridad de sus pares; o peor aún menores de edad, que circulaban por esa zona en ese momento esgrimiendo un arma.
No existe posibilidad de este tipo de “justicia por mano propia”.
Sí, claro; podemos discutir hasta el hartazgo el cansancio que produce el hecho de que otros ciudadanos actúen irresponsable e incivilizadamente no respetando la prohibición de estacionar sobre un garaje, por más que se trate de una cuestión de minutos, pero en algo debemos estar de acuerdo: no es la forma en que se debe lograr ese llamado a la reflexión; no con otra actitud más violenta.
Hay quienes, por las mencionadas redes sociales, expresaron comentarios de apoyo a la persona que esgrimía el arma, y otros, en algunos casos intentando ser graciosos y en otros no tanto, instaron a tomar similares actitudes ante situaciones de esta naturaleza.
Todo tan increíble como preocupante.
Por estas horas deberíamos estar debatiendo cómo aceitar los mecanismos de control sobre las faltas de tránsito, cómo hacer que existan más controles y sanciones sobre quienes no respetan las normas; o bien cómo y con qué recursos acrecentar la cantidad de inspectores en la calle; pero no tratando de establecer si está bien o está mal lo que hizo esta persona que tomó un arma.
Hasta se podría estar intercambiando opiniones respecto de si un caballete con un cartel colocado por los propios vecinos sobre la entrada al garaje podría haber sido suficiente; si ya la autoridad correspondiente no debería estar pensando en un estacionamiento prohibido, o sobre una sola mano, en una cuadra donde la prioridad debería estar dada en un establecimiento de salud y las urgencias que el mismo representa; y que naturalmente van más allá de cualquier apuro por llegar a horario al retiro de un niño de un jardín de infantes.
Sin embargo, si eso sucediera; más allá de que sea un paso positivo, seguramente estaríamos ante un nuevo conflicto –y no positivo debate- por el nivel de conflictividad y agresión que manejamos y sobre el que, como decíamos al principio, sus orígenes y consecuencias no están ni estarán claras.
A otro simple ejemplo, registrado también en la jornada de ayer podemos remitirnos. La nada agresiva “intervención” realizada sobre una escultura colocada en la intersección de Avda. San Martín y 25 de Mayo, donde alguien colocó flores de cartulina sobre la misma, entregándole una alegoría primaveral.
Podemos discentir sobre si es correcto o no; si es un toque de color que la ciudad merece y nuestros ojos pueden acostumbrarse a ver, sorprendiéndose y gratificándose; o si esta “intervención” altera de alguna manera la idea del artista que realizó la obra; pero de ninguna manera podemos hacerlo con el nivel de agresión verbal y descalificación hacia el que piensa diferente, porque naturalmente, como en este caso, sí podemos hacerlo.
No se trata de una persona con un arma en sus manos, donde no hay nada que lo justifique. Se trata de una visión de las cosas con la que uno puede coincidir o no.
No es lo mismo, y en un caso podemos tener diferentes opiniones; mientras que en el otro todas deberían ser coincidencias.
Como un dato anecdótico más podemos mencionar que entre ambas muestras de agresividad que se visualizaron en la ciudad hubo apenas 100 metros de distancia y no más de cinco horas. Pruebas irrefutables de que algo (o todo) no está funcionando bien y que desacelerarnos, ser más reflexivos, respetuosos y tolerantes es el único punto de partida que nos queda.
Esto, acompañado de una dosis más reducida de conflictividad, de pelear y discutir por todo, descalificando el pensamiento del resto; de vomitar ira por las redes sociales, seguramente podría ayudarnos a iniciar un camino de sociedad más adulta, más responsable; o al menos, con menor agresión, lo que a estas horas ya es decir bastante.